Historia de un monumento minero
Descubrimiento de la explotación
El descubrimiento del afloramiento Carbonífero de Sotón se remonta a 1792, cuando el ingeniero de la armada Fernando Casado Torres, enviado por Carlos IV, reconoció las cuencas asturianas en busca de yacimientos de carbón piedra. En cualquier caso, no será hasta mediados del siglo XIX (entre los años 1845 y 1865), cuando el inglés Guillermo Partington, cofundador de la primera compañía de gas de Madrid, reclamó para su explotación varios de los yacimientos que conformarían Minas de Santa Ana, más tarde Grupo Sotón.
Inicio de las minas de Santa Ana
La Compañía Cantábrica de Santa Ana, fundada por el propio Partington y vinculada financieramente a Herrero y Compañía fue la primera sociedad en explotar los yacimientos carboníferos del área. Tras su liquidación en 1867 sus pertenencias fueron vendidas a la Sociedad Hullera de Santa Ana, empresa francesa vinculada a los Herrero. Años más tarde ésta pasó a pertenecer a la Sociedad Carbones de Santa Ana y finalmente en 1877 a la Sociedad Herrero Hermanos.
Las minas de Santa Ana disponían ya por entonces del ferrocarril Langreo-Gijón para dar salida a sus carbones, pero, sobre todo, contaban con la demanda de Duro y Compañía, que en 1859 había encendido su primer horno en el vecino concejo de Langreo.
Tras la reestructuración empresarial de Duro en 1900 (Sociedad Metalúrgica Duro Felguera, SA o SMDF a partir de entonces) se inicia un cambio en su estrategia hacia una integración vertical, adquiriendo las minas de Santa Ana con el fin de controlar las materias primas necesarias para los hornos.
La necesidad de más carbón hace que Duro emprenda la absorción de otras empresas mineras y la modernización de sus explotaciones y transporte.
Cambio a la explotación vertical
En dicho contexto, en la segunda década del siglo XX se consolida un cambio sustancial, iniciándose en las Cuencas el paso de la explotación tradicional del carbón, a través de la minería de montaña, a la explotación vertical mediante la profundización en pozos.
Ese es el caso de los Pozos Entrego, Sorriego, en San Martín del Rey Aurelio, o del Pozo Fondón, en Langreo, puesto en funcionamiento apenas dos años antes que el de Sotón por la propia SMDF.
Nacimiento del Pozo Sotón
La preparación y profundización del Pozo Sotón se llevó a cabo entre 1917 y 1922, siendo necesario para ello el desplazamiento del Nalón. Su construcción fue realizada, por decisión de Duro, exclusivamente con trabajadores de la zona. Con el fin de aprovechar y liberar los espacios inmediatos al pozo se incorporaron algunas de sus antiguas piezas (bocaminas) como elementos auxiliares del pozo vertical (caso de las bocaminas Sallosa o Generala).
Durante todo el siglo XX el Pozo Sotón fue objeto de distintas ampliaciones y modificaciones para incrementar su capacidad de producción y eficiencia, aunque siempre respetando la concepción original. Desde 1967 el Pozo Sotón pertenece a la empresa estatal Hulleras del Norte Sociedad Anónima (HUNOSA).
Bien de Interés Cultural
El 1 de febrero del año 2013 se produce la incoación para la declaración como Bien de Interés Cultural con la Categoría de Monumento del Pozo Sotón.
El Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial lo incluye entre los 100 elementos de patrimonio industrial más representativos de España.
Finalmente en el año 2014, son declarados Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento varios inmuebles del pozo.
La declaración incluye las siguientes piezas:
- los dos castilletes
- el reter que envuelve a los dos castilletes
- la Casa de máquinas y la oficina sindical
La estructura central
El pieza central y fundamental del pozo, está conformada por:
- los dos castilletes metálicos de perfiles roblonados y soldadura, de unos 33 metros de altura
- el reter o estructura metálica de perfiles laminados, que envuelve los castilletes y que alberga el área de clasificación de carbones, ensamblada también por remaches metálicos y soldadura
- la casa de máquinas y oficinas sindicales, nave de ladrillo visto ubicada frente a los pies de los castilletes. Esta última alberga las máquinas de extracción de Polea Koepe de la firma Siemens, que sustituyeron a las originales, así como los compresores.
La construcción de estos tres elementos se remonta a los orígenes del pozo vertical, es decir entre 1917 y 1923, cuando Duro Felguera prepara el pozo vertical de Sotón, permaneciendo como tal, pese a algunas modificaciones y ampliaciones producto de la actividad, hasta la actualidad.
El edificio de la sala de máquinas y la oficina sindical fue modificado en 1954, cuando Duro Felguera, en un contexto de incremento de inversiones a través del crédito americano, decide ampliarla para aumentar la capacidad de producción de aire comprimido. El crecimiento en longitud de la nave responde a la necesidad de sustituir los obsoletos equipos de generación de aire comprimido que por entonces todavía eran los originales.
Se proyectó la ampliación de la nave con escrupuloso respeto por la identidad del inmueble, manteniendo el estilo original del edificio.
Su desarrollo en longitud se planteó en el lado sur, por lo que a partir de entonces reter y castilletes quedaron descentrados respecto a la disposición de la casa de máquinas.
El reter
Quizás el elemento de mayor interés formal y funcional de este conjunto por su función integradora sea el denominado reter o taller de clasificación. Este envuelve a los dos castilletes, como ya hemos dicho, integrándolos en un solo volumen y rompiendo parcialmente la independencia mecánica y formal de los mismos.
También ha soportado intervenciones, evidentes en toda la estructura. En origen no existía el cierre perimetral parcial de chapa metálica que hoy podemos ver y que se instaló con el sentido de aislar de las inclemencias del tiempo todo el área de clasificación.
El reter permitía procesar el carbón por gravedad, antes de caer en las tolvas situadas sobre el nivel del suelo al que llegaba directamente el ya desaparecido ferrocarril de la compañía.
La configuración indicada del núcleo productivo con los tres elementos – castilletes, Casa de Máquinas, oficinas sindicales y reter – permitía una organización fluida y concentrada de las labores en el exterior, reduciéndose al máximo la proliferación de construcciones menores que pudieran entorpecer el normal desarrollo del centro de procesamiento y transporte de carbón.